martes, 18 de abril de 2017

Paradójica Libertad

Pensé que eso podía sentirlo sólo leyendo. Esa admiración profunda, ese sentimiento de asombro favorito que es perseguido cuando se encuentra aquello que a uno lo deja sediento. Es la bocanada de aire que te vuelve a la vida cuando te despertas pensando que llegabas tarde al laburo un domingo y estás en tu cama, calentito durmiendo con el gato, que se sobresalta y te maulla porque lo despertaste.


Honestamente, no sabía que esto existía en la vida real. Pensé que había que vivir a sabiendas de que eso pertenecía a un imaginario idílico y que era o bien uno de los desafíos de la vida o una condición de los artistas románticos. Ahora todo lo que digas puede ser usado en tu contra. Pull the triger. La flecha fue lanzada, dijo.
Yo le hice una pregunta que respondí sola, el resto del día no preste mucha atención, tenía mucho miedo. Teñí mi mente de negro y mi cabello de azul; tuve miedo de que me encuentren. Tenía miedo de encontrarme, es sabido. Cuando uno tiene las respuestas antes que las preguntas el camino se invierte antes de continuar, y yo solo soy un ser humano. Hey, dame un break; necesito ir despacio. ¿Qué es ir despacio?
No sé.
Si que sé, ese es el problema.


Yo lance la flecha. Él lo hizo. En una distancia incalculable, dos flechas fueron lanzadas en la misma dirección el mismo día, lo ví.


El camino es largo, pero seguro. El camino. Eso es lo que nos abruma, caminar sabiendo que vas a llegar pero que si corres te queman los músculos de las piernas, transpiras, te agitas.
Querés llegar, es tu deseo. La flecha. No podes apurar el camino y, si apuras el paso te rompes; eh! ¡no te vas a romper antes de llegar!


Yo también lancé esa flecha. Paz artificial. La mente perversa ama hacerte pensar que, en una de esas, justo un bondi se lleva puesta la flecha.
La conciencia, que ha superado la mente, te expresa una reprimenda corta y sabia, el camino de las flechas no puede ser torcido, porque hay un sentimiento genuino.
Si no te calmas te perjudicas vos.


Ella: -no te olvides de mí.
Él: -obvio que no.

Se me ocurre pensar que mi corazón está en mi cabeza y mi cabeza en mi corazón.
Para meditar, te sugieren llevar tu atención al corazón si sos una persona más "sensible" o al entrecejo si sos una persona más "pensante". Un día entendí que no había diferencia entre una cosa y la otra, ¿cómo se puede ser menos sensible si se desarrolla un pensamiento consciente? No sé qué es un pensamiento consciente, igual. Mi cabeza es un caballo salvaje. Me gusta que sea así. Es libre, es como las flechas, atraviesan el tiempo de manera imprudente, pero sienten el viento de la libertad pegándole en el rostro, la adrenalina de lo desconocido.

“Hey, encontré la otra flecha!” dicen, “ ¡no puedo dejarla ir!”. Paradójica libertad.

[lo encontré en las cosas que dejé sin terminar y sólo hice un copy-paste, porque si, porque puedo]

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