lunes, 11 de enero de 2010

Un Planeta llamado 'Lig van die Siel' - Chapter five -

Me detuve a pensar que eso no hacen las buenas amigas, pero no se enojaría… si lo hacía rápido y no me veía… y me propuse vaciar y revisar su valija en dos minutos. Literalmente.

Saque ordenadamente cada prenda y objeto del equipaje sin intención de dejar algo desprolijo que pudiese levantar alguna sospecha; para esas cosas era bastante buena y lo hacía con una rapidez y elegancia que solo tenemos los felinos.

Duración de vaciado: quince segundos.

Una vez desocupada la maleta revise cada rincón minuciosamente.

Duración: veinte segundos.

Empecé a decepcionarme cuando encontré un pequeño rollo de hojas que sobresalía de un pequeño compartimiento de la valija. Ya llevaba cuarenta segundos. Me los guarde en el bolsillo y volví a poner toda la ropa adentro de la maleta.

Un minuto.

Desate el rollo de papeles. Estaban amarillos por los años, era tinta y papeles viejos, de los que ya no se usan, pero nada tenía fecha. Leí el que estaba primero.

“Querida Ela: no tengo mucho tiempo para escribirte, el trabajo sobre el posible Surya nos tiene muy ocupados, espero que te encuentres bien. Háblale a la panza de su padre, espero estar ahí cuando nuestro mimino nazca. Te quiero. Sacha.”

Claramente la carta era de la madre de Dru. Se la había escrito su padre cuando Ela estaba embarazada de ella. No me pareció nada extraño, tal vez ese Surya era alguna estrella sobre la que estarían trabajando, lo cual no me llamo la atención, pero, ¿porque traería Drusila esto consigo?, tal vez para no sentirse tan lejos, estar en otro planeta es… bueno… es un poco lejos de casa… y tal vez, estaba llegando justo el segundo en el que debía esconder devuelta esos papeles en su equipaje porque la escuche cerrar la puerta trasera del domov.

Minuto dos, 3 segundos, 75 centésimas, me tire de bomba en mi krevet, y de un segundo a otro estaba afilando mis garras, como quien no quiere la cosa.

Dru entro en mi pieza. Minuto dos, segundo 5, centésima 54.

Un Planeta llamado 'Lig van die Siel' - Chapter Four-

Pasamos una tarde encantadora con Dru, nos pusimos al tanto de todo lo que podrían pasarle a dos pre-adolescentes como nosotras, no dejo de acordarse de Borja, quien se habría puesto colorado al verla, ya que estaba muy bonita; pero mas allá de todo eso yo esperaba y ataba cabos, pensaba en las actitudes de mis tías, y recordaba en detalle todo lo que había hecho en el día tratando de estudiarlo, lo cual me generaba adrenalina, pero me arme de paciencia. Yo solo esperaba.

Al volver a nuestra domov, convenimos con Dru que se quedase a dormir. Las cosas por el Napsugar no eran tan diferentes a las del Lig, nuestras nies habían sido simpatizantes siempre entre ellos, teniendo en cuenta claro las diferencias físicas y mentales.


Ya era un horario poco común para estar despierto cuando note la diferencia en la cara de Dru. No estaba loca, sabía que tenía algo para decirme, y tal vez había llegado el momento, mis bigotes estaban más perceptivos que de costumbre, pero no la presioné. Claramente no podía obligar ni insinuar a una persona que me contase algo de lo que no estaba completamente segura.


-¿Estás bien Dru?
- sssi…. Es… es solo que…que extraño a mis abuelos, tal vez estén preocupados porque todavía no me comunique con ellos, ya vuelvo, voy afuera por un momento, solo quiero ver que este todo bien.

-Claro, no hay problema, estás en tu casa.
-Muchas gracias Gem… sé que me entiendes…


A decir verdad, estaba esperando que se fuera…sabia que lo haría, espere hasta que se hubiera ido para hacer un clavado en su valija y revisarle todo hasta encontrar algún indicio de algo.

lunes, 4 de enero de 2010

Un Planeta llamado 'Lig van die Siel'-Chapter three-♫

Salimos para el Hifadhi, yo corriendo y mis tías volando sobre mí.
Cuando llegamos nos dejamos caer en la hierba y descansamos mirando las copas de los arboles. A mí me encantaban los ombúes dorados, con sus maravillosos troncos color petróleo. Mis tías preferían los lerk, que son como los alerces de la Tir (la tierra), sus troncos son marrones, y su follaje perfectamente rosadas. De pequeñas jugaban carreras para ver quien llegaba antes a la copa, al ser estos tan altos.


Mientras nos perdíamos en las copas de los arboles, percibí una luz celeste que irradiaba en el parque. Me quede con la boca abierta al ver la magnitud de esa presencia.
Drucila Golauglas, fácilmente estaría por el metro setenta y cinco, y se veía tan o más maravillosa que los recuerdos que me quedaban de su madre.


Mis tías agitaban sus brazos y alas para llamarla. Cuando llego la recibimos calurosamente, pero el tenerla tan cerca no dejaba de hacerme pensar en la decepción, ya que yo no salía de mi metro y medio, gracias a que mi especie no crecía mucho más que eso. Y yo que pensaba que era alta… por supuesto, comparándome con los diez centímetros que les llevaba a mis tías…en fin.
Al verla me regalo una hermosa sonrisa blanca y brillante, y me abrazo con fuerza.


Nos dirigíamos a los teppiches caminando, mientras nos contaba de su familia, y de cómo iban las cosas por el Napsugar Orok.
-Goddag, hay algún teppiche que sea suficientemente grande como para que viajemos nosotras cuatro, Gamle?, dijo Gini al viejo mand (hombre) que cuidaba los teppiches desde antes que yo naciera.


Como no había quedado ninguno tan grande, dado que esa tarde había habido nies (personas) que habían salido a recorrer el Lig desde temprano, tuvimos que subirnos en dos teppiches, yo me fui con Dru en uno mediano, y mis tías se subieron en uno más pequeño, ya que ellas eran mas pequeñas que nosotras.

Y he aquí el origen del origen. Desde el momento en el que puse mis pies sobre esas plantas, supe que había algo.
Y en el momento en que alguien sabe que hay “algo”, ese mismo “algo”, no es común.
¿Porque?
Porque es el punto en el que alguien deja de ser un simple mortal, porque algo lo incluye, lo hace ser parte de algo. Para bien o para mal. Algo que se puede convertir en la llave que abre muchas puertas, incluso la llave de uno mismo.
El hecho de que Dru haya venido desde su planeta a visitarnos, o a visitarme mejor dicho, no era simplemente porque nos extrañaba, y justamente no había sido una casualidad, sino más bien una causalidad que no hubieran teppiches como para transportarnos a las cuatro.


Es inexplicable, pero lo supe.

Algo estaba por empezar, y lo peor era que no tenía la menor idea de que se trataba.