domingo, 29 de diciembre de 2013

La llama y el León


En el medio de la oscuridad se hizo la luz.

Apareció como el León de Juda, con la mirada rebosante de palabras. Ella tal vez un poco perdida. Ese bosque que se le cruza a uno en el camino amarillo.

Salvaje, guerrera libertadora de su alma, sábia por vivir años demás, no correspondidos a los cronológicos, Y ese león que vibraba.

Fue una flecha certera al cerebro. El roce de sus manos.

Dicen que los felinos poseen excelente vista, oído agudo, y cuerpo fuerte. Son cazadores sigilosos, capturan a su presa y la matan de un solo mordisco. 
Por ahí abajo fue que la escuchó, no tardó en verla y…El roce de sus manos. Captura.

Muchacha, que le atraían los gatitos grandes y pequeños, madre simbólica de ese gato atigrado, de patas sorprendentemente anchas, al que le atribuía habilidades de grandes félidos por su admiración, atracción involuntaria a ellos.

Astuta cruzó la penumbra, esquivando los obstáculos con elocuencia y determinación, llego a las garras de ese gatito enorme, que le había abierto paso hacia el.

Se hizo la luz. ¿Desde qué época no se encontraban?

Sinvergüenzas. Frescos, la luz que emanaban se ignoraba en el inframundo.

La joven vehemente, deslumbrada, le da en una cinta que amarra a su cuello, un pedacito de fuego de su corazón.Félido desconcertado, atraído por el descaro de la niña, lo toma, jurando volver, su camino seguía al anochecer del próximo día, pero no podía sacarse ya de la cabeza ese fuego sagrado que le había abierto el pecho, despertando en el una nueva estrella.

Tomados de la mano salieron a la luz, ella toda leona, el todo león. El fuego en ella derritió por fin ese escudo del que se desplegaba un aura plateada. La mirada mas curiosa e interesante que había encontrado en tanto tiempo. 

Hermoso, hasta el último segundo de existencia, quería al mas grande de la familia felidae para ella.

Él colocó una traba en la cinta atada a su cuello, para no perderla. Ella lo supo.
Eran todo luz. Dos leones perdidos en el asfalto.
Se encontraron, y aunque de momento separados, el león había encontrado su melena de fuego.


La llama dejó su marca, el león su pisada. Encontraron sus ojos café, sonrisas amplias, hermosas, la naturalidad y el arrebato de dos seres reencontrados desde otras eras.

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