En el medio de la
oscuridad se hizo la luz.
Apareció como el
León de Juda, con la mirada rebosante de palabras. Ella tal vez un poco
perdida. Ese bosque que se le cruza a uno en el camino amarillo.
Salvaje, guerrera
libertadora de su alma, sábia por vivir años demás, no correspondidos a los
cronológicos, Y ese león que vibraba.
Fue una flecha
certera al cerebro. El roce de sus manos.
Dicen que los
felinos poseen excelente vista, oído agudo, y cuerpo fuerte. Son cazadores
sigilosos, capturan a su presa y la matan de un solo mordisco.
Por ahí abajo
fue que la escuchó, no tardó en verla y…El roce de sus manos. Captura.
Muchacha, que le
atraían los gatitos grandes y pequeños, madre simbólica de ese gato atigrado,
de patas sorprendentemente anchas, al que le atribuía habilidades de grandes félidos
por su admiración, atracción involuntaria a ellos.
Astuta cruzó la
penumbra, esquivando los obstáculos con elocuencia y determinación, llego a las
garras de ese gatito enorme, que le había abierto paso hacia el.
Se hizo la luz. ¿Desde
qué época no se encontraban?
Sinvergüenzas.
Frescos, la luz que emanaban se ignoraba en el inframundo.
La joven
vehemente, deslumbrada, le da en una cinta que amarra a su cuello, un pedacito
de fuego de su corazón.Félido desconcertado,
atraído por el descaro de la niña, lo toma, jurando volver, su camino seguía al
anochecer del próximo día, pero no podía sacarse ya de la cabeza ese fuego
sagrado que le había abierto el pecho, despertando en el una nueva estrella.
Tomados de la mano
salieron a la luz, ella toda leona, el todo león. El fuego en ella derritió por
fin ese escudo del que se desplegaba un aura plateada. La mirada mas curiosa e
interesante que había encontrado en tanto tiempo.
Hermoso, hasta el último
segundo de existencia, quería al mas grande de la familia felidae para ella.
Él colocó una
traba en la cinta atada a su cuello, para no perderla. Ella lo supo.
Eran todo luz.
Dos leones perdidos en el asfalto.
Se encontraron, y
aunque de momento separados, el león había encontrado su melena de fuego.
La llama dejó su marca, el león su pisada. Encontraron
sus ojos café, sonrisas amplias, hermosas, la naturalidad y el arrebato de dos
seres reencontrados desde otras eras.
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