viernes, 8 de octubre de 2021

Las mañanas llega (demasiado) rápido

Tenía mucho sueño. Me desperté una hora después. Sentía el cuerpo lleno de luz, no tenía preparación física para manejarlo, necesitaba dormir más. Soñé. Soñé que me decían, “esto también lo tenes que compartir”. Yo les decía que sí, pero sintiendo que no. Recién lo descubría y ya querían que lo comparta. No, no quiero. Pero dije que sí, yo sabía que si. Después me tiraba en un colchón en el piso, en un lugar alto, todo blanco. Yo estaba tirada en un colchón en el piso rodeada de ropa y paquetes de comida vacía. No solamente había tenido que compartir algo que no quería, sino que había tenido que verlo. Mi hermano se agachaba a mirarme; se paraba y me tiraba de una pierna. “Esto es así, se comparte”.


Me volví a despertar. Necesitaba hacer eterno ese momento. Tenía una puntada en el centro del pecho, y un nudo en la garganta. Tenía luz en el pecho y no podía utilizar el lenguaje correctamente para expresar nada de lo que pasaba. Había leído muchos libros para poder hacerlo, pero de la teoría a la práctica hay un abismo. 

Mi piel tenía olas, la energía fluía como el mar calmo. Tenía luz y cosas lindas. También tenía hambre. Mire hacia los lados y de golpe me di cuenta que estaba en una habitación de una casa, que no entendía nada de lo que pasaba pero había sido testigo. Quizás había visto y sentido tanto como yo; quizás además de testigo, era cómplice. 


Estaba por todos lados. La energía de golpe se había metido por todos los rincones de la habitación, olía diferente, sus colores eran diferentes; y yo seguía sin poder expresar, sintiendo fuerte. Por primera vez, desde que había comprado esa cama la ví respirar. Si abría la ventana se iba a seguir expandiendo. Mientras observaba impresionada y confundida, volvía a mi el apego, los cuestionamientos conscientes. Podríamos abrir una carpeta especialmente para hablar la cantidad de apegos de diferentes tipos que se me ocurría endilgarme por ese sentimiento egoísta de querer guardarme todo eso para mi sola. Al final soy una nena, lo primero que pensé fue en que quería disfrutar todo eso, lo quería para mi, lo segundo que no era personal. 


No es solamente para vos cuando genera todo eso. 


El calor se estaba retirando de mi cuerpo. Las micro crisis que atravesas hasta que aceptas que lo mejor que les puede pasar a todos es respirarse, y llenarse de la maravilla de lo impronunciable, pero no es eterno. Quiero vivir como Indiana Jones, quiero vestirme con las bermudas caqui y zambullirme en los misterios de las mil lenguas a las que se podía traducir todo lo que se dice sin hablar. Quizás me hubiera gustado no ver tanto, ahora lo quiero todo. Lo quiero, con toda mi humanidad, y lo amo con mi supraconciencia. Es tanto que no puede ser solo para mi, en realidad necesito que no lo sea, porque ni en tres vidas podría arrancarme todo el despertar que experimenté y que quedó impregnado, respirando y acariciando mi cuerpo, y el mundo que me rodeaba. Toda esa energía crea mundos nuevos. Necesitamos más de eso. Podría sacrificarme por el grupo.


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